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Lo que sí es ajeno a África es la homofobia legalizada, no las relaciones del mismo sexo.

Por Sylvia Tamale para Aljazeera America.

Durante una entrevista en el programa de la BBC “Hard Talk”, en el prime time en marzo de 2012, el Presidente ugandés Yoweri Museveni mencionó: “Los homosexuales, en un número pequeño, siempre han existido en nuestra parte del África negra…Nunca se les ha perseguido. Nunca se les ha discriminado”.

Al principio de este año, enfrentado a presiones internas y externas, Museveni dio marcha atrás y firmó el proyecto de ley Anti-Homosexualidad bajo los focos de los medios, declarando que la homosexualidad la imponía Occidente. Antes de firmar la ley, Museveni le pidió a un grupo de los mejores científicos de Uganda que le ayudasen a tomar una decisión fundamentada. El informe del comité no se andaba con rodeos: “En cada sociedad, existe un pequeño número de personas con tendencias homosexuales”.

Las extrañas acciones de Museveni solo se pueden interpretar como un ardid político antes de las elecciones presidenciales programadas para principios de 2016. Habiendo estado en el poder desde 1986, Museveni afronta una importante competencia tanto dentro como fuera de su partido, por no hablar de una población inquieta afligida por un alto coste de vida, un gran desempleo y una repulsión general de la corrupción incontrolada. De un plumazo, Museveni sucumbió a las presiones populistas y condenó a una minoría sexual que por lo demás respeta las leyes a sentencias de hasta cadena perpetua.

Uganda no está solo en su cruzada contra los gais. Recientemente, Nigeria aprobó una ley que criminaliza la homosexualidad. Otros países africanos -incluidos Etiopía, Kenia, Tanzania, Camerún y Sierra Leona- han expresado su deseo de emular a Uganda y Nigeria. Al menos 38 países africanos ya proscriben la conducta consentida entre personas del mismo sexo.

El triste y cansino, aunque ampliamente aceptado, mito de que la homosexualidad es “no-africana” se ha revalorizado y se ha puesto en el altar de la falsedad una y otra vez. Es un mito que se ha desarrollado en numerosos contextos, más recientemente en el debate sobre el proyecto de ley ugandés anti-homosexualidad. Sin embargo, los hechos históricos exigen que se desacredite esta fábula de una vez por todas.

Sexualidades africanas

El mito de que ‘la homosexualidad es no-africana’ está anclado en la vieja práctica de invocar de forma selectiva la cultura africana por los que están en el poder. Las mujeres africanas están familiarizadas con el mantra. “Es no-africano” cada vez que demandan sus derechos, en particular aquellos que tienen que ver con la autonomía reproductiva y la soberanía sexual.

Esta declaración errónea de que cualquier cosa es no-africana se basa en la presunción esencial de que África es una entidad homogénea. En realidad, por el contrario, África se compone de miles de grupos étnicos con ricas y diversas culturas y sexualidades. Por muy atractiva que esta noción de la cultura africana pueda ser para algunas personas, no existe tal cosa. Además, incluso si quisiéramos imaginar una auténtica cultura africana, como todas las demás, no sería estática.

La historia africana está repleta de ejemplos de relaciones entre personas del mismo sexo tanto eróticas como no eróticas. Por ejemplo, las antiguas pinturas rupestres del pueblo San cerca de Guruve, en Zimbabwe, representan a dos hombres involucrados en alguna forma de sexo ritual. Durante los tiempos precoloniales, a los “mudoko dako”, o varones afeminados entre los Langi del norte de Uganda, se les trataba como a mujeres y podían casarse con hombres. En Buganda, uno de los mayores reinos tradicionales en Uganda, era un secreto a voces que el Kabaka (rey) Mwanga II, que reinó en la segunda mitad del siglo XIX, era gay.

El vocabulario empleado para describir las relaciones entre personas del mismo sexo en lenguas tradicionales, precediendo el colonialismo, es otra prueba de la existencia de esas relaciones en el África precolonial. Por nombrar solo unos pocos, los Shangaan del sur de África se referían a las relaciones entre personas del mismo sexo como “inkotshane” (hombre-esposa); las mujeres Basotho en la actual Lesotho participan en relaciones eróticas socialmente sancionadas llamadas “motsoalle” (amiga especial). Pero por supuesto, el contexto y experiencias de tales relaciones no reflejaban necesariamente relaciones homosexuales como se entienden en Occidente, ni tenían que ser congruentes con lo que ahora describimos como identidad gay o marica.

Las relaciones entre personas del mismo sexo en África eran mucho más complejas que lo que los campeones del mito “no-africano” nos quisieran hacer creer. Aparte del deseo erótico, en el África precolonial, otras actividades estaban implicadas en la sexualidad entre personas del mismo sexo (o lo que los colonialistas etiquetarían como “antinatural”). Por ejemplo, los Ndebele y los Shona en Zimbabwe, los Azande en Sudán y Congo, los Nupe en Nigeria y los Tutsi en Ruanda y Burundi, todos participaban en actos entre personas del mismo sexo para un rearme espiritual, es decir, como una fuente de poder nuevo para sus territorios. También se utilizaba para rituales. Entre varias comunidades en Sudáfrica, la educación sexual entre adolescentes les permitía experimentar a través de actos como “sexo en el muslo” (“hlobonga” entre los Zulú, “ukumetsha” entre los Xhosa y “gangisa” entre los Shangaan).

En muchas sociedades africanas, se creía también que la sexualidad entre personas del mismo sexo era una fuente de poderes mágicos para garantizar cosechas abundantes y grandes cazas, buena salud y para protegerse contra espíritus malignos. En Angola y Namibia, por ejemplo, se pensaba que una casta de adivinos masculinos –conocidos como “zvibanda”, “chibados”, “quimbanda”, “gangas” y “kibambaa”- portaban poderosos espíritus femeninos que pasaban a los compañeros varones a través del sexo anal.

Incluso hoy en día, los matrimonios entre mujeres por razones reproductivas, económicas y diplomáticas todavía existen entre los Nandi y los Kisii de Kenia, los Igbo de Nigeria, los Nuer de Sudán y los Kuria de Tanzania. Históricamente, como en cualquier otra parte del mundo, muchos africanos practicaban el coito anal entre parejas casadas del sexo opuesto para evitar el embarazo antes de la invención de los métodos anticonceptivos modernos.

Obviamente, no es que la homosexualidad sea no-africana sino las leyes que criminalizan tales relaciones. En otras palabras, lo que es ajeno al continente es la homofobia legalizada, exportada a África por los imperialistas donde antes existía indiferencia e incluso tolerancia hacia las relaciones entre personas del mismo sexo. En Uganda, los británicos introdujeron esas leyes y han formado parte de nuestro derecho penal desde finales del siglo XIX. La actual ola de leyes anti-homosexualidad que recorre el continente es parte de un mayor y apenas ocultado intento político para consolidar regímenes represivos y despóticos.

Ajeno a África

Igualmente ajenas al continente son las religiones abrahámicas (en particular, el cristianismo y el islamismo) que a menudo acompañan y aumentan los argumentos “no-africanos” contra la homosexualidad. Las religiones tradicionales africanas estaban (y aún están) integradas en la existencia holística y diaria de la gente. Estaban firmemente integradas en sus culturas, incluyendo en la sexualidad.

Con las nuevas religiones, muchas prácticas sexuales que eran aceptables en el África precolonial, pre-islámico y pre-cristiano fueron etiquetadas como “desviadas”, “ilegítimas” y “criminales” a través del proceso de proselitismo y aculturación. Resulta irónico que un dictador africano que lleva un traje de tres piezas, acaricia un iPhone, habla en inglés y cita la Biblia frecuentemente se pueda atrever a condenar que algo es no-africano.

La lucha para ganarse la ciudadanía completa por parte de grupos de lesbianas, gais, bisexuales, transgéneros e intersexuales es mundial. Incluso en países donde la homosexualidad se ha despenalizado, la conciencia de la mayoría todavía tiene que alcanzar a las leyes reformadas. Para disipar por completo la homofobia de África, puede que tengamos que emplear métodos de activismo radicalmente nuevos que resuenan de filosofías africanas como la Ubuntu. Este concepto abarca muchos valores (humanidad, solidaridad, interdependencia, compasión, respeto y dignidad). Rechaza regulaciones egoístas, paternalistas y restrictivas promulgadas por gobernantes desde su pedestal moral, desatendiendo por completo los intereses de sus vecinos, su comunidad y sus compañeros seres humanos.

Al final de su vida, Nelson Mandela describió esta filosofía como “el sentido profundo de que somos humanos solo a través de la humanidad de otros, que si vamos a conseguir algo en este mundo, se deberá en igual medida al trabajo y los logros de otros”.

El mantra de que la homosexualidad es no-africana niega todo lo que la historia y tradición africana ha transmitido a la posteridad. Un principio de la filosofía africana sostiene que “soy porque eres”. En resumen, poco importan las diferencias que cada uno de nosotros expone pero mucho la esencia de humanidad que nos mantiene juntos. Lo que realmente importa es el respeto por la dignidad y la diversidad humana.

Sylvia Tamale es catedrática en Derecho en la Universidad Makerere, en Uganda

(Traducción propia para ÁfricaLGBT gracias a nuestro voluntario Manuel Escudero Escudero. Puedes leer el idioma original en el enlace adjunto).

http://america.aljazeera.com/opinions/2014/4/homosexuality-africamuseveniugandanigeriaethiopia.html

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